Hay un punto, un estado, en el que el caminar traspasa una frontera perceptible; ya no se tienen ganas de parar, ya sólo quiero seguir caminando, caminando, caminando, ha dejado de importar adónde o por qué, en qué dirección, el caminar se me ha subido a la cabeza, una embriaguez, la embriaguez de la libertad; puedes ir a donde quieras, tan lejos como quieras, puede que camines tan lejos que resulte difícil volver a lo que es normal, a lo que era antes, a un trabajo, ¿un hogar? Se camina hacia algo nuevo, se ha embarcado en una larga peregrinación. ¿Por qué interrumpirla? ¿Por qué no seguir? ¿Hacia qué? ¿Hacia quién? ¿Hacia dónde? No lo sabemos. Caminamos.

Tomas Espedal, Caminar.

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