(...)las manifestaciones plásticas y literarias, ya sean cultas o populares, ejercen todavía una fascinación que certifica a favor de la realidad de este Mundo Intermedio. Estos relatos -en concreto, las manifestaciones más fieles a la raíz popular transmiten mejor las enseñanzas tradicionales-, a pesar de su aparente maravilla y desmesura, tienen una verosimilitud y una fuerza de convicción que sólo puede poseer aquello que a uno u otro nivel es verdadero. Verdadero no en sentido literal, pero sí en un sentido simbólico, alegórico o moral, lo que no es menos veraz sino más, pues apela a realidades más profundas, tanto humanas o microcósmicas como universales o cósmicas, que los simples hechos no alcanzan. (...)
Lo que se ha conservado en los cuentos populares y de hadas y en el arte campesino popular no es en absoluto un cuerpo de simples fábulas infantiles o de entretenimiento, o de vulgar arte decorativo, sino una serie de lo que en realidad son doctrinas esotéricas y símbolos cuyo origen no tiene nada de popular. Puede decirse que, cuando se ha producido una decadencia en los círculos superiores, es así como este material doctrinal se conserva de una época a otra, proporcionanado un vislumbre de luz en medio de lo que puede llamarse la noche oscura del intelecto; la memoria popular hace las veces de un arca en la que la sabiduría de una época anterior es transportada durante el período de disolución de las culturas que tiene lugar al cerrarse un círculo.
Sara Boix Llaveria, Elfos y hadas en la literatura y el arte.