El tiempo me ha enseñado que hay que mirar por la misma ventana para comprender el movimiento de las estrellas, el sol y la luna, del mundo y de la vida. Por eso la mejor de las casas es siempre la nuestra porque, aunque le falten habitaciones, tiene al menos el tiempo que hemos vivido en ella. El mismo que me enseñó que el amor es lo único invariable. Y que el cuento que acaba mal es, como decía Salinas, porque no ha acabado de contarse.

Mónica Fernández-Aceytuno. El país de los pájaros que duermen en el aire.

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