El deseo se hace indestinguible de su objeto. Estoy unido a lo que me quema; estoy ungido con la grasa de mi propio deseo, soy prisionero de mi propio entusiasmo, y por tanto estoy exiliado de mi propio corazón cuando creo que más me pertenece. Perdemos el alma justo cuando la descubrimos.

James Hillman, El pensamiento del corazón.

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