Los símbolos divinos en las diferentes religiones no surgieron de la vanidad del hombre o de su irracionalidad; fueron creados como actores esenciales en el drama cósmico del devenir. ¿Qué puede hacer una ecuación frente a una imagen divina? Los símbolos científicos son pálidas sombras en comparación con la extraordinaria riqueza de las realidades que los símbolos religiosos nos revelan y en las que nos permiten participar. (...)
Nuestro universo no solo es enorme en dimensiones, sino también más fascinante y profundo que el de la era newtoniana. Einstein se entusiasmaba con sus misterios y su profundidad, que es también la de nuestra mente. No encontraremos nuevos abismos en el universo a menos que hallemos nuevas honduras en nosotros mismos.(...)
La capacidad de participación implica la capacidad de ir más allá. A propósito de esta cuestión, las Upanishad afirman: "Aquél que piensa en Dios se convierte en Dios". Un modo figurativo de decir que quien participa profundamente en el ser de Dios, en su universo, se convierte en imagen divina.(...)
Cada incursión en la realidad es siempre un viaje a nuestra propia mente.(...)
Lo más bello que podemos experimentar es el misterio, fuente de todo arte y de toda ciencia verdadera. Quien permanece ajeno a esta emoción, quien ya no puede asombrarse ni imbuirse de admiración, está prácticamente muerto y sus ojos se mantienen cerrados. Realmente existe lo impenetrable, que se manifiesta como noble sabiduría y belleza radiante, y que nuestras débiles facultades apenas pueden comprender en su forma más primitiva. Albert Einstein