
Soy el Ratón de los dientes y vivo en una fábrica de galletas en una pastelería, muy cerca de donde vives.
Hace tiempo que habrás notado que algunos de tus dientes han empezado a moverse y parecen no querer quedarse quietos. Hoy has perdido tu primer diente. ¿Sabías que el primer diente que se cae es también el primero que salió cuando tenías solo unos meses? ¡Todavía faltan diecinueve más por caer! Pero cada vez que se te caiga un diente, si me lo dejas debajo de la almohada, por la noche, cuando todo el mundo duerma, vendré y te dejaré una moneda, y te explicaré cuentos, leyendas e historias reales como la que te contaré hoy.

Es la historia de una niña de Seattle, en los Estados Unidos, a quien los cuervos también le traían regalos.
Gabi Mann, cuando tenía 4 años, siempre se terminaba su desayuno de camino a la escuela. Un día se dio cuenta de que, cuando se le caía algo de comida, un cuervo la recogía rápidamente. Cada día, cuando iba a la escuela, veía un grupo de cuervos cerca de ella. Decidió compartir su desayuno con ellos. Después de unos días, Gabi le contó a su madre sobre su amistad con los cuervos, y pusieron comederos en su casa para que los cuervos pudieran seguir viniendo.
Con el tiempo, Gabi se dio cuenta de que cuando los comederos estaban vacíos, aparecían objetos brillantes: un tornillo de hierro, un pendiente, una bola plateada, una bombilla rota… Pequeños regalos. Desde entonces, Gabi empezó a guardar todos esos regalos en una caja para tenerlos siempre con ella.
Espero que te haya gustado esta historia real. ¡Nos vemos cuando se te caiga el próximo diente!
Ratón de los dientes

Esta noche me he vuelto a escapar de la pastelería para traerte la moneda a casa. ¡Ya se te ha caído otro diente! Seguro que apenas lo notaste. Poco a poco irán cayendo los demás dientes, y cuando haya más espacio, comenzarán a salirte los dientes nuevos, que serán más grandes y no tan blancos. Recuerda cepillarlos todos los días para cuidarlos bien, así te durarán mucho tiempo.
Esta vez te traigo el cuento de Kai y su muñeco de nieve.
Este invierno, Kai y sus padres van a la montaña. Juegan, esquían, lanzan bolas de nieve, bajan en trineo… Pero lo que más le gusta a Kai es hacer un muñeco de nieve. Para hacerle los botones, hay que buscar piñas de abeto, dos piedras para los ojos, dos ramas para hacer de manos y con la zanahoria que Kai se ha llevado de casa, su muñeco ya puede respirar.
¡Qué bonito ha quedado nuestro muñeco de nieve! Cuando subían a la estación, A Kai se le ocurrió un nombre que le gustó mucho para ponerle a su muñeco: Elur, que significa agua, tierra y nieve. Cuando empezó a oscurecer y tuvo que irse, Kai no quería dejar a Elur. Pensaba que tal vez se sentiría solo o tendría frío cuando llegara la noche. Kai quería llevarse a Elur a casa, pero sus padres le explicaron que no podía ser, porque se desharía por el camino.
Elur no sabía qué estaba pasando cuando Kai se iba. Aunque seguía siendo un montón de nieve, ahora que estaba tan bien vestido, se sentía diferente. Pensaba que esa noche dormiría solo, bajo la luna y las estrellas.
De camino a casa, los padres de Kai le explicaron que cuando pase el invierno, Elur comenzará su divertido viaje, como hace cada año cuando llega la primavera. Primero Elur se deshará y se convertirá en agua. Bajará de la montaña como por un tobogán, nadará por los ríos, subirá a las nubes, saltará sobre las flores, sobre el mar, sobre las casas y los campos. Y cada vez que llegue de nuevo el invierno y nieve en la montaña, Kai podrá apilar de nuevo la nieve para volver a darle forma al muñeco de nieve Elur, su amigo de invierno.
Espero que te guste. Te he dejado la moneda,
Ratón de los dientes

Ya vuelvo a estar aquí. ¡Se te ha caído otro diente y sé que ya empiezan a salirte los nuevos dientes, por fin!
¿Sabías que hay otros seres mágicos que recogen los dientes cuando se les caen a los niños?
En los países donde se habla inglés o alemán, hay un hada, llamada Tooth Fairy (Hada de los Dientes).
En su tierra mágica, las hadas utilizan los dientes que recogen para hacer cosas muy bonitas, porque los dientes brillan mucho y les encanta que sean tan blancos. Con estos dientes hacen mesas, sillas e incluso una cama muy cómoda.
En esta carta te quiero hablar de los diferentes personajes que se dedican a recoger los dientes que se les caen a los niños de todo el mundo.
A mí, el Ratón de los Dientes, también conocido como Ratoncito Pérez, me puedes encontrar en España y Francia, y al Hada de los Dientes en los países donde se habla inglés o alemán. En Italia está Topolino, un pequeño ratón que lleva botas y una mochila para recoger los dientes. En una zona del norte de Italia, el trabajo de recoger los dientes lo hace la Formiquina, una hormiga que se lleva los dientes y los esconde en su madriguera bajo tierra.
En la zona del País Vasco, está Maritxu Teilatukoa (la mariquita de las tejas), que se encarga de recoger los dientes. Cuando un niño o niña se queda sin un diente, lo lanza al tejado de su casa, y ella lo encuentra rápidamente porque las mariquitas son muy espabiladas y ágiles.
En Cantabria, otra zona del norte de España, es el Esquilu de los Dientis (la ardilla de los dientes) quien va a buscar los dientes de los niños. Y es precisamente esta ardilla la protagonista de la leyenda que te voy a contar ahora:

Había una vez una ostra que estaba muy triste porque había perdido su perla, y le explicó su problema a un pulpo que vivía en el fondo del mar. El pulpo le preguntó: “¿Y cómo era tu perla?” “Blanca, pequeña, dura y brillante,” respondió la ostra.
El pulpo tenía que irse, pero le prometió que la ayudaría. Fue a explicarle el problema a una gaviota que jugaba con las olas, y la gaviota le dijo que también la ayudaría. Voló a buscar a una ardilla que estaba en un árbol. La ardilla buscó y buscó, y encontró muchos objetos: un botoncito blanco, pero no era lo suficientemente duro; una piedra blanca, pero no brillaba lo suficiente; una moneda de plata, pero era demasiado grande; y un pendiente de bebé, pero no era lo suficientemente blanco.
Muy triste, la ardilla se fue a su casa, que vivía en la cima de un árbol que estaba muy cerca de la habitación de un niño. Vio que el niño había dejado un diente debajo de la almohada porque se le había caído. Cuando el niño se quedó dormido, la ardilla subió a su habitación, vio el diente y vio que era pequeño, blanco, duro y brillante, como la perla que había perdido la ostra.
La ardilla cogió el diente y se lo llevó. Para que el niño no llorara, le dejó el botón, la piedra, el pendiente y la moneda que había encontrado. Todos esos objetos eran muy bonitos, pequeños, blancos, brillantes y duros, como el diente que se le había caído al niño.
La ardilla fue a la playa y le dio el diente a la gaviota, para que se lo llevara al pulpo, y el pulpo se lo dio a la ostra. La ostra se puso muy contenta porque ese diente se parecía mucho a la perla que había perdido y era igual de bonito.
Desde entonces, cuando en Cantabria a algún niño o niña se le cae un diente de leche, lo pone al lado de la almohada, y por la noche la ardilla se lo lleva, dejándole una moneda a cambio.
Espero que te guste la historia que te he traído.
Ratón de los dientes

¡Hola! ¡Qué emoción volver a visitarte!
¡Por fin se te cayó otro diente, que bailaba y bailaba y no quería saltar nunca!
Hoy te quiero contar el cuento de una bailarina que vivía dentro de una caja de música.
Una noche, cuando la caja se había quedado abierta, la bailarina rompió el muelle que la mantenía anclada al fondo del mecanismo de la música. Cuando pudo mover el pie libre, dio un gran salto para salir de la caja.
Afuera, todo estaba muy oscuro y hacía mucho frío, y la bailarina no sabía adónde ir. Pero, después de un rato caminando por la calle, miró el cielo lleno de estrellas y le pareció de tal belleza que decidió caminar un buen rato más. Cuando salió el sol e iluminó todo, vio el color verde de los árboles, los miles de colores de las flores, y se quedó encantada con la forma de los animales y con el blanco de las nubes.
Pensó que, si no se hubiera atrevido a salir de la caja, nunca habría llegado a ver todas aquellas cosas. Escuchó el canto de los pájaros y le pareció que hacían una música encantadora, y deseó volver a bailar.
Pero como estaba acostumbrada a tener un pie sujeto a la caja, no podía mantener el equilibrio, se cansaba mucho y no podía sostenerse bien, así que no podía bailar. Recordó a sus amigos de la caja y los echó de menos. Pensó en su compañero Arlequín, y sin saber por qué, se sintió tan triste que deseó volver a estar dentro de la caja.
La bailarina volvió sobre sus pasos y, de un salto, volvió a meterse dentro de la caja de música, que seguía abierta. Allí todos la habían echado mucho de menos, y aquel día que habían pasado sin ella se les había hecho muy largo. La bailarina entendió que su destino estaba allí, sujeta por un pie al fondo de la caja, con el Arlequín que siempre la miraba pero no hablaba, y rodeada de sus amigos, aquéllos que más la apreciaban. Y esperar cada día que se abriera la caja, que entrara la luz y sonara la música para seguir bailando, porque la bailarina solo era feliz si podía bailar.
Te dejo la moneda bajo la almohada.
Con cariño de noche estrellada,
Ratón de los dientes

Hoy te quiero contar una historia sobre un árbol muy antiguo llamado Luna, una secuoya que tiene más de 1000 años, y sobre una niña llamada Júlia Butterfly, que hizo algo muy valiente para salvarlo.
Cuando Júlia tenía 22 años, sufrió un grave accidente de coche. Necesitó casi un año para recuperarse, volver a hablar y caminar. Pero todo esto fue posible gracias a los paseos diarios por los bosques de secuoyas de California, donde Júlia encontraba fuerza y tranquilidad. Cuando mejoró, Júlia decidió hacer algo increíble: subió a Luna, el árbol más grande, y no bajó durante mucho tiempo. ¡Vivió casi dos años arriba del árbol!
Desde la plataforma donde vivía, que estaba a 55 metros de altura, Júlia se movía de rama en rama, caminando descalza. Sus amigos le enviaban todo lo que necesitaba para sobrevivir, gracias a unas largas cuerdas. Pero vivir en lo alto del árbol no era fácil. En invierno hacía mucho frío y Júlia se sentía muy sola.
Una fuerte tormenta duró más de dos semanas y estuvo a punto de separar a Júlia de Luna. Durante la tormenta, Júlia se agarró muy fuerte a la rama que le pareció más fuerte. Pero, en medio del viento, escuchó una voz que venía del árbol que le decía: “Las ramas rígidas se rompen, pero las más flexibles sobreviven”. Júlia decidió cambiarse a una rama más flexible y verde, y así pudo salvar su vida.
Después de 738 días viviendo en lo alto de Luna, Júlia decidió bajar a cambio de un acuerdo: respetar la vida del árbol Luna y de todas las demás secuoyas milenarias que vivían a su alrededor.
Espero que te haya gustado la historia de Júlia Butterfly.
Con amor verde,
Ratón de los Dientes

¡Hola! Hoy te contaré una historia sobre caracoles, sobre una serpiente y sobre Buda, que nos enseña cómo los animales pueden ayudar a los humanos, ya sea para protegerlos o para hacerlos felices.
¿Sabes quién era Buda? Buda era un maestro muy especial de la India. Lo que aprendió fue que, para ser feliz, no debemos preocuparnos tanto por todo lo que nos pasa, y que las cosas que suceden tienen un motivo. Si algo no pasa, tal vez es porque no es el momento adecuado. Lo más importante es disfrutar de lo que tenemos e intentar ser felices cada día.
Cuando Buda era pequeño, sus padres lo protegieron mucho porque no querían que sufriera. Vivían en un gran palacio y pensaban que, si no lo dejaban salir, no vería cosas tristes o dolorosas. Pero Buda, como muchos niños, era muy curioso. Un día decidió salir del palacio para ver cómo era el mundo exterior. Y vio personas que no tenían comida, personas que estaban enfermas y otras que estaban a punto de morir. Le pareció muy injusto que sucedieran estas cosas, y decidió reflexionar más profundamente sobre ello.
Un día, mientras estaba sentado bajo un árbol pensando en todo eso, el sol comenzó a quemar su cabeza porque la sombra del árbol comenzó a moverse. Fue en ese momento cuando un caracol que pasaba cerca vio que la cabeza de Buda se estaba quemando y decidió ayudarlo. Subió a la cabeza de Buda y, con su baba pegajosa, empezó a refrescarle la cabeza. Al ver esto, muchos otros caracoles quisieron hacer lo mismo, y en total fueron 108 caracoles que se pusieron en la cabeza de Buda, creando un casco fresco para que pudiera seguir pensando. Aunque los caracoles necesitan humedad para vivir, no tuvieron problema en secarse un poco para ayudar a Buda.
Después de pasar unas semanas pensando y meditando, llegó una tormenta muy fuerte. En ese momento, una serpiente salió del árbol y se enroscó alrededor del cuerpo de Buda para protegerlo del frío y de la lluvia. Con su cuerpo, la serpiente creó una capucha para proteger la cabeza de Buda.
Desde entonces, en todas las imágenes de Buda, siempre se pueden ver los 108 caracoles y la serpiente, que fueron los que ayudaron a Buda a alcanzar su iluminación.
Te he dejado la moneda bajo la almohada.
Nos vemos pronto,
Ratón de los dientes

Esta vez te quiero contar sobre las visiones, pero no de las visiones que tenemos cuando soñamos, sino de la visión de los ojos. ¡Seguro que sabías que muchos animales tienen una vista increíble!
A diferencia de vosotros, los humanos, yo puedo “ver” no solo con los ojos, sino también con mi olfato, el tacto, el oído e incluso con mis bigotes. ¡Esto me ayuda a ver en la oscuridad! Pero mis ojos tienen una capacidad especial: puedo ver luz ultravioleta y tener visión nocturna, como los búhos.
¿Te has fijado en que muchos animales tienen una supervista?
Las águilas y los halcones tienen los ojos más potentes de todo el planeta. ¡Pueden ver cinco veces mejor que los humanos y utilizan su vista para cazar!
Los búhos, aunque no pueden mover los ojos, tienen una capacidad sorprendente para ver bien, porque pueden girar mucho la cabeza para vigilar lo que pasa a su alrededor. Además, tienen tres párpados: uno para dormir, otro para mantener los ojos limpios y el último para parpadear. Y ¿sabías que los distintos tipos de búhos pueden tener los ojos de diferentes colores dependiendo de cuándo cazan? ¡Si cazan de noche, sus ojos son marrones o negros, si cazan al amanecer o al atardecer, son naranjas y si cazan de día, son amarillos!
Las moscas también tienen una vista increíble. ¿Por qué? ¡Tienen miles de pequeños telescopios en los ojos! Si alguna vez has intentado atrapar una, sabrás que son muy difíciles de cazar, ¡porque no se pierden ni un detalle!
Las medusas, que también tienen muchos ojos, pueden ver incluso alrededor de su cuerpo, y las abejas tienen 5 ojos. ¡Tres en el frente y dos a los lados de la cabeza! Esto les ayuda a ver muy bien por dónde van, sobre todo cuando están volando para recoger néctar.
Pero no todos los animales ven igual. Las arañas, por ejemplo, tienen muchos ojos, pero solo ven luces y sombras. No ven en color, pero pueden ver las cosas desde más perspectivas, ¡lo que les ayuda mucho! Algunas arañas incluso viven en cuevas y no necesitan la vista como otros animales.
Otra curiosidad es que algunos animales, como el atún, el tiburón, las ranas o algunas serpientes, tienen un tercer ojo en la cabeza. ¡Este ojo les ayuda a orientarse y saber si es de día o de noche, además de ser como una brújula!
¿Sabías que los mayas, hace muchos años, creían que los primeros humanos tenían tres ojos?
Un ojo para ver el mundo exterior, otro para ver el interior de nosotros mismos y entender cómo nos sentimos, y un tercer ojo en medio de la frente que servía para ver la belleza de la vida y todo lo que no se ve con los ojos.
Según los mayas, para ser feliz, hay que tener un equilibrio entre los tres ojos. ¡Eso significa que tienes que verte a ti mismo y a los demás al mismo tiempo, y ser capaz de conectarte con tu interior, el universo y las otras personas!
Espero que te hayan encantado estas curiosidades sobre la visión.
Nos vemos,
Ratón de los Dientes