Shakespeare afirma que el arte "debe ser un espejo colocado ante la naturaleza". La naturaleza ante la que coloca el espejo es también la naturaleza interior, como si se tratara de un espejo de rayos X, y el símbolo puede verse con fascinación. Cuando el símbolo funciona, uno se siente fascinado. No necesita que le digan qué significa, sabe lo que significa y a la vez lo desconoce. Y esa fascinación, cuando se transmite a través de los símbolos del grupo, une al individuo a su grupo y, a través del grupo, a principios que van más allá de intereses personales.(...)
El mejor estudio sobre Apolo y Dioniso sigue siendo el de Friedrich Nietzche, El nacimiento de la tragedia. Allí dejó escrito que cuando la mente logra abrirse camino hacia lo trascendente, se llena de temor, terror y fascinación, y es de esa brecha de donde derivan las artes. Así, la atención se dirige hacia dos aspectos, la maravilla y la belleza del mundo tal como es y la de todos los seres que se encuentran en él.