El deseo se hace indestinguible de su objeto. Estoy unido a lo que me quema; estoy ungido con la grasa de mi propio deseo, soy prisionero de mi propio entusiasmo, y por tanto estoy exiliado de mi propio corazón cuando creo que más me pertenece. Perdemos el alma justo cuando la descubrimos.
- Helen Keller, El mundo en el que vivo.
- Lama Anagarika Govinda, La senda de las nubes blancas.